Me enteraba -casi por casualidad- en el día de ayer y con una gran pena que el kadish de duelo había sido entonado a la entrada de la Cathédrale Notre-Dame de París el pasado día 10 de agosto. El cardenal Jean-Marie Lustiger había fallecido 5 días antes.
Tuve ocasión de conocerlo en directo hace ahora 10 años y desde entonces mi admiración por él no ha dejado de crecer. Pastor, maestro, defensor del auténtico diálogo, apasionado con el Mensaje. En silencio ha iniciado el que ha sido su último viaje.
La placa que ha pedido que coloquen en la catedral de París resume a la perfección lo que ha sido toda su vida:
Nací judío. Recibí el nombre de mi abuelo paterno, Aron, me hice cristiano por la fe y el bautismo, y permanecí judío al igual que los apóstoles.
Descansa en paz, amigo, porque el camino ha sido largo y el trabajo duro. שלום עליכם, Shalom aleichem.
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Una palabra tuya... 
Mo he tenido la suerte de conocerle en directo como tú; pero su trayectoria vital me es bastante cercana. De hecho, a través de la Asociación de Amistad Judeo-Cristiana.
De él se contaba una historia llena de amor y cariño. Él ya era cristiano (su bautismo tuvo lugar cuando él tenía 14 años; y su conversión lo habría sido antes con seguriidad). Pero, durante la ocupación nazi de Alemania, muchos chicos judíos fueron ocultados en conventos para protegerlos. Muchos de ellos habían olvidado por completo su ascendencia judía.
Pues, para darles la opción de elegir libremente, durante los años ’50 que se buscaban judíos supervivientes de la Gran Guerra; él iba a los institutos y les preguntaba a los chicos si recordaban haber oido alguna vez una oración: la Shemá. Cuando las manitas se levantaban, sabía quien era de una casa judia.
Y hoy, más de uno de ellos, esta en Israel, agradeciéndole de por vida el haber recuperado su propia identidad.
Descanse en paz. Y quiero entonar el kadish que por él rezó su sobrino (de religión judía, puesto que él fue el único converso de su familia), en su funeral.
Schwan, preciosa historia, ciertamente.
La Iglesia acaba de perder un gran cardenal en la tierra, pero ha ganado un fantástico intercesor allá arriba.